Un latido es un paso hacia la fosa,
y en cada beso se nos va la vida;
buscamos los placeres sin medida,
y el cuerpo sufre cuando el alma goza.
Cada mujer liba, cual mariposa,
de nuestros labios la miel escondida;
nos va matando y nos es querida,
esa agonía lenta, silenciosa.
Cada copa que alivia nuestras penas,
y nos hace reír por un momento;
¡Destroza nuestro ser, nos envenena!
Mas, quita de las bocas el lamento.
Y qué importa mañana la condena,
si estuvo un rato, el corazón contento.
Y qué importa mañana la condena,
si estuvo un rato, el corazón contento.
Cada mujer liba, cual mariposa,
de nuestros labios la miel escondida;
nos va matando y nos es querida,
esa agonía lenta, silenciosa.
Cada copa que alivia nuestras penas,
y nos hace reír por un momento;
¡Destroza nuestro ser, nos envenena!
Mas, quita de las bocas el lamento.
Y qué importa mañana la condena,
si estuvo un rato, el corazón contento.
Y qué importa mañana la condena,
si estuvo un rato, el corazón contento.
Autor: Manuel Acosta Ojeda