El jardín conventual,
me recuerda el ayer,
su bello surtidor,
me ha llenado de splin,
la fuente que hay en él,
testigo es de mi afán,
por convencer de mi querer
candorosa y mística beldad.
Como busca la luz,
toda verdad aunque la agobien,
ha de brillar límpidamente,
atesorada en sus fulgores,
para decirle al mundo,
que la amé con toda el alma,
que fue puro nuestro idilio,
la adoré con loca ensoñación.
Así fueron las horas,
inspirándome en tu imagen,
he vivido obsesionado,
al calor de tu mirada,
hoy que ya no me guían,
ni me brindan sus amores,
el vivir es un martirio,
hastiado me siento,
en esta lid de amor.
Autor: Felipe Pinglo Alba
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